INTERVENCION EN EL ENTORNO DEL CASTILLO DE ALCAUDETE. JAEN. 2012


JAEN FORTIFICADA, ENCRUCIJADA DE CAMINOS
Su importancia radica en encontrarse en la confluencia de rutas comerciales de intercambio que comunicaban las tierras bajas de la campiña jiennense con el poniente granadino. En su territorio se concentra el mayor número de castillos de Europa. Se estiman en cuatrocientos los elementos defensivos que contiene, aunque de ellos se conocen o conservan sólo la mitad. Definían fronteras en un sentido polivalente, “desde poético hasta violentamente prosaico, natural o divino, histórico o atemporal”. Constituyen los límites que relacionan y separan unidades distintas y forman espacios de carácter transicional, al no ser simples líneas imaginarias, estáticas e impermeables sobre un mapa. Son límites de ruptura entre dos entidades y a su vez, áreas en las que se establecen relaciones vitales –culturales, económicas, políticas, sociales,….- entre las sociedades que sustentan divergencias ideológicas en términos de identidad étnica, noción religiosa, lingüística y política.
En Alcaudete se plasma ese mismo escenario. El concepto de frontera y la necesidad de defensa y conquista del territorio, como dos caras de la misma realidad, han marcado la vida de la villa y de sus pobladores. Su paisaje es una realidad compleja “integrada por componentes naturales y culturales, tangibles e intangibles, cuya combinación configura el carácter que lo identifica como tal, por ello debe abordarse desde diferentes perspectivas”. En él se concentra un legado natural, cultural e histórico. La visibilidad de su territorio se presenta como infinita.
La responsabilidad que implica actuar en un ámbito con gran carga histórica y con una amplia gama de valores acumulados como el que nos ocupa, hace de la estrategia de intervención la parte más importante y delicada del proceso propositivo. Como no puede ser de otra manera, el camino lo marcan las preexistencias: el diálogo permanente que establece el castillo con el territorio o la simbiosis casi natural que surge históricamente entre las casas-cueva y la ladera que las cobija. 
Detectamos, por tanto, unas determinadas cotas que son susceptibles de brindarnos el acomodo necesario para establecer en ellas plataformas adaptadas al escarpe, donde mirar tanto al paisaje infinito del olivar como al castillo y al pueblo, al encontrarnos en cotas intermedias a ambos.

Coautores: Irene Maclino, Fernando Garrido y Juan Carlos Herrera